Agustina Cangiano, Tomás Gallardo

4 de junio de 2024

4 de junio de 2024

Alejandra Kamiya empezó a publicar a los 40 años, sin embargo, escribir siempre formó parte de su vida. Tras mandar un cuento a un concurso y ganar, decidió formarse en el taller de Inés Fernández Moreno quien luego la derivó con Abelardo Castillo. 

Desde entonces ha publicado distintos textos y se consagró con sus últimos tres libros de cuentos: Los árboles caídos también son el bosque (2015), El sol mueve la sombra de las cosas quietas (2019), La paciencia del agua sobre cada piedra (2023).

En esta breve entrevista le preguntamos cómo se lleva con la fama, cómo ve la adaptación de sus cuentos, el futuro y más.

¿Cuáles son tus influencias literarias? ¿Sentís que tu obra se relaciona con la de otros autores del panorama literario actual en Argentina?

La pregunta sobre las influencias es recurrente, y mi respuesta no puede ser más que especulativa. Sé que fueron muy importantes para mí lecturas como las de Borges, Akutagawa, Clarice Lispector, Pessoa, Tolstoi, Baudelaire, Chejov. Pero hoy mismo estoy atravesada por Annie Ernaux y Kawabata, a quien estoy releyendo para escribir un prólogo a una traducción de su última novela. Hay autores que no son conocidos y también fueron muy importantes, se me ocurre nombrar a Yuri Kazakov y César Mermet. La literatura es agua y ninguna gota puede decirse independiente de las otras.

En una entrevista dijiste que contar historias siempre fue algo natural para vos, sin embargo, no publicaste nada hasta el concurso de literatura que ganaste en el supermercado. ¿Cómo era tu relación con la escritura previamente a ese premio, sobre todo en la adultez? ¿Qué te aporta la escritura como herramienta?

Escribir siempre me resultó natural. Lo que es menos natural es publicar. Mi relación íntima con la escritura no ha variado. Sigue siendo algo natural, un modo de alivio y un modo de pensar. Pienso cuando escribo.

¿Cuál es tu punto de partida a la hora de escribir un cuento?

El punto de partida es una fricción entre un estímulo externo y algo interno. Ese primer estímulo puede ser un perfume, una palabra suelta que pesco en la calle, un recuerdo falso o verdadero, los ojos de mi perro.

Después del puntapié inicial es momento de ver qué se hace con eso. En tu caso, eso suele llevar a un cuento aunque ya contaste que estás escribiendo una novela ¿Qué diferencias notás en el proceso de escritura entre un cuento y una novela?

En el cuento sé exactamente a dónde voy, aunque después pueda cambiar de rumbo. En cambio, en la novela estoy andando de manera más libre. Tal vez me pierda. Sería divertido.

¿Cómo anduviste ese camino en La paciencia del agua sobre cada piedra, un libro cuyos cuentos parecen armar una unidad?

Los cuentos fueron escritos uno a uno sin pensar en un libro, igual que los cuentos de Los árboles caídos y El sol mueve la sombra. No pienso en términos de libros, sino en cada cuento y de repente en un momento que yo no elijo, surge la necesidad de armar algo con todo aquello. Así nacen los libros.

Siguiendo con tu último libro, uno de los cuentos está dedicado a Inés Fernández Moreno, en cuyo taller te formaste, además claro de con Abelardo Castillo. ¿Pensás que se puede enseñar a escribir?

No se puede enseñar a escribir, por supuesto, pero se puede acompañar a otro en el proceso de que encuentre su propia escritura. Yo lo he hecho y puedo decir que he aprendido mucho.

Últimamente tu obra cobró mucha popularidad entre los lectores. ¿Cómo te llevás con esa fama?

Disfruto mucho el encuentro con los lectores, me gusta escucharlos y ver mis cuentos transformados en cada uno de ellos. Me conmueve que algunos me dejen llegar tan profundo en ellos, y siento un agradecimiento que se convierte en compromiso. Quiero seguir escribiendo para ellos.

Tu obra no sólo llega a los lectores sino también a los espectadores. Hace poco se estrenó una obra en el teatro Aérea basada en tu cuento “Desayuno perfecto”. ¿Cómo fue ese pasaje de tu cuento a un arte escénico? ¿Podemos esperar adaptaciones de otros de tus textos en el futuro cercano?  

En la obra Desayuno perfecto yo no participé más que para darle la autorización a Miriam Gurbanov, sin conocerla y confiando en ella a partir de su modo de hablar. Y luego, al ver la obra, le di mi parecer.

Javier Berdicheski empezó a trabajar en la adaptación de varios cuentos, ensamblados en una obra de teatro, y estuvimos haciendo las correcciones juntos. Estoy muy entusiasmada con ese proyecto, pero todavía está en la primera etapa.

Imagen tomada de Escritores.org

Está terminando Letras (UBA). Entre la literatura y la lingüística, es profesora de español como lengua extranjera y tiene como eterno pendiente retomar francés. Vivió toda su vida en Buenos Aires, pero se orienta por los negocios y no piensa aprenderse las calles. Le gusta la mitología griega, los ñoquis con salsa y haber nacido en el 99. A sus 15 años le publicaron un cuento y desde entonces vive en la clandestinidad.

Tomás Gallardo es entrerriano, licenciado en Letras y profesor por la facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fue adscrito del Instituto de Literatura Hispanoamericana (ILH) y actualmente se desempeña como profesor de lengua y literatura en una escuela pública.