6 de noviembre de 2025

6 de noviembre de 2025

Amarilis, Natalia Litvinova, Llantén Editorial, 2024

La poesía es conocimiento por inmersión en cierto misterio por el que uno se siente tocado o atraído, dice Juan L. Ortiz. Atraída por los misterios que despiertan ciertas figuras mitológicas, Natalia Litvinova indaga en este poemario sobre la relación entre determinadas zonas de la realidad: la tarde, la contemplación de la naturaleza, seres que están hace tiempo y seres que aparecen de pronto. La escritura es devoción hacia la flor Amarilis: flor, deidad, oráculo. Voces y gestos danzan en la lectura, toman por momentos el espacio del lector, lo invaden, despiertan ruiditos en su cueva y se alejan dejando ecos sonoros que generan armonía y se disuelven. Su poesía modela el instante, le da entidad. 

“Qué es el amor/ sino un avance/ de la naturaleza/ sobre mi cuerpo”. La pregunta por el amor es también una pregunta sobre la presencia de la poesía en el propio cuerpo. La poeta bielorrusa comenta en una entrevista cómo los niños de su ciudad natal, Gómel, están acostumbrados a jugar en los parques con monumentos de los grandes poetas. Así se fueron integrando esas miradas, esas poses de lectura, con el juego. La poesía se volvió indisociable de su cuerpo. ¿Hay un origen? Lo que hay es una sensibilidad, una mirada, gestos y recuerdos. 

Este poemario devela un universo fuera del tiempo donde conviven seres glorificados por Virgilio con susurros diacrónicos, deseos con aromas, presencia con ausencia: “¿pero por qué le hablo/ a una flor sobre un Toro?// el toro que no quiere matar/ es una flor también”. Los poemas son confesiones hacia Amarilis, y conjugan encuentros con el toro: el otro desconocido pero cercano, que despierta deseo, violencia, irrupción. 

“Desear es ir remando/ contracorriente/ sin saber qué hay allá/ donde algo se ilumina/ o tal vez se quema.” Como una canoa por una ciénaga, hundiendo suavemente el remo en el agua para no fracturar su templanza, este poemario se desliza por una superficie móvil sabiendo que a cada afectación del cuerpo la realidad se inclina, y cambia. Con las manos en cuenco la cuida, para saciar la sed humana, y siempre, luego, dejarla reposar.

Carolina Fernández Ares (Buenos Aires, 1995) es profesora y licenciada en Letras por la UBA y se mueve también entre los oficios de ilustradora, ensayista  y artista plástica. Trabajó varios años involucrada con jóvenes extraordinarios que se mantenían por fuera del uso del lenguaje verbal y luego se desempeñó como docente de literatura en colegios secundarios. Editó fanzines con relatos gráficos y colaboró como ilustradora y escritora en varias revistas. Su cuento Témpano de verano fue ganador de un concurso literario de la revista Gambito de papel. Actualmente está cursando la Maestría en Periodismo Narrativo en la UNSAM de manera virtual y busca darle lugar a la pasión que la mantiene hechizada desde pequeña: escribir y viajar.