27 de junio de 2024

27 de junio de 2024

Para que sepan que vinimos, Marina Yuszczuk. Blatt & Ríos, 2022.

Últimamente pienso mucho en la muerte y me carcome la existencia saber lo que vendrá después de la vida. El abordaje cristiano, que ubica en un espacio (cielo o infierno) a los muertos, me tranquiliza, será porque es una de las historias que más conozco y que de alguna forma me pone en un lugar seguro. Pienso en esta incógnita y aunque no crea en Dios, me digo “si todo esto existe, voy a ir al cielo” —me considero buena persona, como todes al fin y al cabo—. No veo nada de malo ser como un pájaro en el cielo cristiano, flotando encima de nubes blancas. 

Otra historia que me tranquiliza es la reencarnación. Me imagino reencarnando en una paloma para volar por la ciudad, entrar a la propiedad privada de los citadinos, vivir comiendo migas de pan relleno desperdigadas por las aulas de Puan.

Sin embargo, con los fantasmas es otra mi actitud. Antes se me venían a la cabeza los típicos fantasmas de las películas de Hollywood, que salen por las calles para asustar y matar personas hegemónicas o pecadoras. Ahora, luego de leer Para que sepan que vinimos (Blatt & Ríos, 2022), la tercera novela de Marina Yuszczuk, mi corta concepción sobre los fantasmas y la muerte cambió. Esta novela me infundió terror, pero no un terror inmediato, sino uno peor que se fue profundizando a medida que avanzaba en la lectura. 

Uno de los ejes principales de la novela es lo no dicho en las relaciones familiares. En un viaje a EE. UU. vemos que la familia integrada por Fernanda, personaje principal de la novela; Mariano, su esposo, y su pequeña hija, Rosa, algo oculta. ¿Qué es? Los secretos revuelven sus heridas abiertas. 

A EE. UU. no van solos. Un recuerdo (o una presencia) acompaña a Fernanda durante todo el viaje y es su difunta madre, demacrada y silenciosa. La historia sobre el turismo de la familia se ve interrumpida por esta figura, que provoca que Fernanda recuerde su problemática niñez. Esta continua presencia, que no hace ni dice nada y apenas puede tocar a Fernanda, aparece de forma plena y hace doler.

En el silencio se resguardan las mujeres de la familia. Es un camino progresivo, aparentemente inevitable. Mientras que Rosa es una niña parlanchina que comenta sin tapujos que puede ver a la abuela muerta; Fernanda no puede ni confrontar a su esposo ni decir lo que ve. La madre de Fernanda está en el extremo, callada en la vida y en la muerte. 

Las relaciones familiares también son abordadas en profundidad. En algunos casos estas relaciones son puestas en cuestión, en otros, se las naturaliza. Cada uno tiene un rol que asume como un destino. 

Para que sepan que vinimos es una novela tan dolorosa que provoca terror. A pesar de mostrar la presencia de un fantasma, propone un tema realista: el duelo que atraviesa la persona a la que se le muere un ser querido. Un dolor funesto y pausado.

Laura Bustamante nació en una hora exacta: a las 18 h de un 25 de febrero de 1993. Esta exactitud no le sirvió para nada, ni siquiera para hacerse una carta astral, puesto que no cree en la astrología. Típico de Piscis.
Estudió Fotografía en la FADU y Manejo de Cámara y Guion en IDAC. En el 2017, participó en la clínica de cuentos dirigida por Gustavo Nielsen y en el 2019 en el taller literario de Inés Fernández Moreno. En el 2021, fue parte del comité editorial del número 4 de Por el Camino de Puan. Su cuento “Kurepís” y su poema “Última carta” fueron publicados en el número 4 y 5 de la revista, respectivamente.
En la actualidad, convive con sus amores: cuatro gatxs y un humano. Estudia Letras en la UBA, Artes Audiovisuales en la UNA y se perfecciona como UX writer. Es coordinadora de la revista digital de Por el Camino de Puan, correctora en la editorial independiente Birna y editora en la Universidad Internacional de La Rioja (España).