22 de agosto de 2024
22 de agosto de 2024
Laura Wittner (@otra_laura_wittner) se formó en Letras en la Universidad de Buenos Aires y realizó estudios de posgrado en la ciudad de Nueva York. Ha publicado libros de poesía como Balbuceos en una misma dirección, Lugares donde una no está y Traducción de la ruta. Además, cuenta con un amplio repertorio de libros para niñxs, entre los que podemos encontrar La noche en tren, Gato con guantes, Vecinos bichos, Mi casa a veces, entre otros. Asimismo, trabaja como traductora para diferentes editoriales, como Blatt & Ríos y Chai Editora. Ha traducido al español escritores como Leonard Cohen, Katherine Mansfield, Anne Tayler, David Markson y Leanne Shapton. También ha coordinado talleres de escritura y traducción.
Laura participó en la nota de apertura para el número 5 de nuestra revista, “Traducir y escribir. Entre el oficio y el placer”. Además, en ese mismo número, pueden encontrar la reseña de Se vive y se traduce, publicado por Entropía en 2021.
En esta breve entrevista, intento explorar el trasfondo de su variada labor con el lenguaje y cómo se adentró en este mundo enigmático que es la literatura.
¿Cómo iniciaste en el mundo literario? ¿Cómo surgió tu relación con la lectura, la escritura y la traducción?
Me leyeron en casa desde muy chiquita; mi mamá y mi papá nos leían cotidianamente. Imagino que ese habrá sido el origen de mi gusto por la literatura. La sensación de calidez, la voz cercana en la penumbra antes de dormir, ¿quién puede resistirse? Pero también verlos leer a ellos: antes de dormir, los fines de semana, en las vacaciones. Los libros siempre estaban ahí y lo lógico fue leerlos. Con lo de la escritura ya es más complicado, no lo sé, no me fue incentivada, se ve que vine con eso porque así como aprendí a escribir empecé a “escribir”. Sí tuve una relación intensa con el lenguaje, con el idioma, desde muy chiquita. Me dicen que empecé a hablar a los diez meses y que nunca paré. En cuanto a la traducción, creo que es algo casi natural si ya están dadas las dos condiciones anteriores y tenés la suerte de aprender un segundo idioma. Y un tercero ni te cuento.
Sos traductora, escribís poesía, libros para niñxs… ¿Cómo funciona tu “proceso creativo”? ¿De qué forma equilibrás esas diferentes aristas?
La verdad verdadera es que cada vez vuelve a ser un poco un misterio cómo ocurre la escritura. Pero, de manera general, creo que cuando algo me seduce y me impulsa (una imagen, un sonido, una música) puede terminar siendo usado para un texto para chicos, un texto para adultos o incluso una traducción. Depende de lo que pida el contexto en ese momento. O depende del tipo de tratamiento que me surja en primera instancia para ese material. Muchas veces una misma idea o sensación reaparece en uno y otro ámbito. Estoy atenta y abierta a la forma que pueda tomar; que pueda pedir cada material.
¿Tenés referentes en la poesía y en la literatura infantil que influyan en tu escritura?
Claro, soy pura referentes. Son tantos que jamás podría listarlos o ponerles un orden. Cada escritura está hecha de todas las otras escrituras.
¿Cuál fue el libro que más disfrutaste o que más te marcó al momento de traducir? ¿Cómo fue ese proceso?
Lo que más me entusiasma es traducir poesía. Eso siempre. Traducciones como la de James Schuyler (Gog y Magog) y la de Katherine Mansfield (Editorial Maravilla). Y muchos poemas sueltos acá y allá. Y por supuesto disfruto mucho de traducir textos que, aunque narrativos, tengan un fuerte elemento de poeticidad. Rápidamente se me ocurren Leonard Cohen o Claire-Louise Bennett. También me divierte mucho traducir libros para chicos; por suerte lo hago muy seguido. Y a menudo es también poesía. Esa tarea a veces implica una reinvención, ya sea por la rima, por el humor, porque hay referencias contextuales que en castellano no pueden replicarse. Luego hay que lograr que esa reinvención sea consistente con las ilustraciones e incluso que el texto no ocupe mucho más lugar, en la página, que la versión original.
¿Qué implicó tu formación académica en tu desarrollo “creativo-profesional”?
Es difícil discernir de dónde vino cada cosa, pero estoy segura de que todo lo que aprendí en la carrera de Letras, lo recuerde o no, es el sostén más sólido que tengo para escribir, para traducir y para leer. No es que la facultad me haya incentivado a escribir poesía; muy por el contrario. Yo ya escribía antes de entrar a la facultad. Pero nunca había escrito, por ejemplo, una monografía. De algún modo, el aprendizaje académico formalizó y profundizó una serie de saberes que en ese momento empezaba a tener, pero de manera muy intuitiva, incipiente, ingenua. En la facultad aprendí a aprender, digamos. A investigar. A sospechar que lo que se me ocurre probablemente se le haya ocurrido a alguien antes. Y a usar esa sospecha a mi favor.
A partir de tu experiencia impartiendo talleres de escritura y traducción, ¿qué significa para vos el espacio del taller? ¿Qué te aporta a vos como escritora/traductora?
Me aporta una comunidad, ante todo. Un grupo de pertenencia dentro del que me considero una más, de pertenencia emocional e intelectual. El intercambio del taller me es fundamental para mi propia lectura y mi propia escritura.
Para vos, ¿qué lugar ocupa la poesía actualmente?
En mi vida: siempre central. No me refiero solo al poema, sino de manera general a lo poético: el filtro que vuelve todo más interesante y tolerable. En nuestra literatura no sé bien, me cuesta mirar con distancia. Pero tengo la impresión de que es un lugar chiquito, como siempre, a un costado. Aunque, es cierto, menos chiquito que hace algunas décadas. Se le perdió un poquito el miedo, ¿no?
¿Qué recomendación le darías a una persona que está iniciándose (sea como escritorx o lectorx) en el mundo de la poesía?
No soy muy original: que lea mucho y que, cuando lea, confíe en esas palabras que están sobre la hoja. Son el poema, en principio. Que no trate de despegarlas para ver si esconden un mensaje cifrado. Y que escuche cómo suena eso que lee. Que escuche, en general, cómo suena el mundo.
Actualmente, ¿estás trabajando en algún proyecto?
Siempre hay cositas, por suerte. Varios libros para chicos en proceso, poemas que se suman por goteo, ideas junto a amigas y colegas (que nos dan excusa para juntarnos, leernos textos en voz alta, tomar café y anotar muchas, muchas cosas en este momento de desolación).
¿Qué libros tenés en la mesita de luz? ¿Tenés hábitos de lectura?
Hábitos de lectura no sé si tengo. Siempre un lápiz cerca, más que nada. En esta era se lee cuando se puede: cuando da el tiempo y cuando da la mente.
En la mesita de luz, en la mesa del living y donde vayan quedando, en este momento tengo Tulang Pinoy, de Daniel Durand; la Obra poética de Gianuzzi (que va y viene al y del estante); August Blue de Debora Levy; La masa sonora del poema, de Idea Vilariño; Ciudad, 1951 de María Lobo.
Karen Medina es licenciada y profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Le gusta involucrarse en muchos proyectos aunque no tenga tiempo. Se desempeña como docente en el nivel secundario y dicta talleres en diferentes espacios. Es colaboradora de la revista Por el Camino de Puan y trabaja de manera freelance como fotógrafa y en gestión de redes sociales. No puede concentrarse si no escucha música a todo volumen.