14 de marzo de 2024

14 de marzo de 2024

Reseña de Puan, de María Alché y Benjamín Naishtat

A primera vista parecería contraintuitivo que una historia centrada en una facultad de la universidad pública con cientos de guiños a quienes caminan sus pasillos, recibiera la atención internacional que recibió y sigue recibiendo Puan. De hecho, para quienes no están familiarizados con la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA es muy probable que el nombre Puan, hasta entonces, sólo significara una estación de la línea A o una ciudad del municipio de Bahía Blanca. 

Sin embargo, desde el día de su estreno, las salas de cine han estado repletas y no sólo de puaners. 

La película, que tiene un elencazo y está dirigida por María Alché y Benjamín Naishtat, abre con la percusión del tema “Dos cero uno” de Charly García y una iconografía en el título que recuerda a los carteles pegados en la facultad. Nos sumerge, así, en una atmósfera que va a acompañarnos durante toda la película: un aire de liviandad, propio de su género de comedia, mezclado con la temática y la fuerte impronta de la educación pública.

Marcelo lleva toda su vida enseñando Filosofía Política en la cátedra de su mentor. Cuando este muere repentinamente, una simple pregunta lo llevará a revaluar sus decisiones: ¿qué va a pasar con la cátedra?

Si bien su círculo lo alienta a ser él quien ocupe el puesto, el inesperado regreso de Europa del carismático profesor Rafael Sujarchuk —apellido complicado que me recuerda el de una figura real— pone en duda la posibilidad y lo llena de inseguridades.

Lo que comienza mostrando un conflicto del protagonista y a lo sumo también de sus colegas profesores, va a terminar reflejando un problema mucho mayor que afecta a toda la sociedad: la crisis de los salarios, la obsesión con el dólar que no para de subir y el pobre financiamiento de las universidades públicas del país. 

Puan da testimonio, en medio de lo cómico y lo absurdo, de la inseparable relación entre las humanidades y la realidad social. Marcelo da clases en Puan, sí, pero también en un barrio popular donde recuerda que la esencia de la filosofía es “hacer preguntas que incomodan”. 

Quizá sea en esta línea que la cámara opta por los primerísimos primeros planos de cada personaje, en un estilo que recuerda lo documental. Cuando miramos el film, no nos sentimos ajenos a él, observando una historia ficticia, lejana, que alguien nos cuenta, sino todo lo contrario: lo que viven, nosotros también lo vivimos. 

Es en medio de la crisis existencial del protagonista, en la cual nos vemos incluidos, donde se destaca la actuación de Alejandra Flechner. En el papel de la pareja del fallecido profesor, la actriz logra con su voz aterciopelada transmitir tranquilidad y claridad ante el porvenir, como una suerte de faro. “Buscá tu propia voz” le dice a Marcelo, quien a lo largo de la película hace lo que otros le dicen y no es hasta el cierre cuando finalmente hace algo insólito y alza su voz para cantar el tango que no pudo cantar en tantos momentos previos. 

Los temas tratados en Puan, sin embargo, son sensibles y las escenas finales han dividido las aguas entre el público. Entre la hipérbole humorística y la realidad de la crisis socioeconómica argentina, la línea es delgada y cada vez más inexistente, y la película no siempre son puras risas; a veces, no nos deja evadirnos. El guion, que ya estaba escrito para octubre de 2022, bien pudo haberse inspirado en hechos políticos más recientes.

Las escenas finales nos dejan con una visión tenebrosa por lo cercano y posible que se siente su materialización actualmente: las puertas de la universidad pública cerradas. Nos quedamos con un sinsabor difícil de sacar. Parecería que la única forma de palearlo es aferrarnos a lo que Puan nos recuerda rápidamente: la salida es la resistencia en comunidad.

Curiosidades. En las escenas filmadas en la facultad participaron como extra muchos estudiantes y así se escabulló un cameo de un volumen de Por el Camino de Puan. ¿Lo vieron? 

Agustina Cangiano está terminando Letras (UBA). Entre la literatura y la lingüística, es profesora de español como lengua extranjera y tiene como eterno pendiente retomar francés. Vivió toda su vida en Buenos Aires, pero se orienta por los negocios y no piensa aprenderse las calles. Le gusta la mitología griega, los ñoquis con salsa y haber nacido en el 99. A sus 15 años le publicaron un cuento y desde entonces vive en la clandestinidad.