8 de mayo de 2025

8 de mayo de 2025

Lucía Osorio (@lu.osorio) se formó en la Universidad del Cine de Buenos Aires y en la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Su film Nuestra Novela Nocturna fue parte del 6.o Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires (FIDBA), y en 2024 obtuvo el premio a Mejor Guion en el Festival Internacional de Tribeca (Nueva York) con El aroma del pasto recién cortado, dirigida por Celina Murga y producida por Martin Scorsese. 

Además de desempeñarse como docente y tallerista, Lucía ha construido una gran comunidad en las redes sociales con el proyecto @bibliotacora, donde comparte su pasión por la literatura y el cine. 

En 2024, debutó con su primera novela, Los fantasmas les tienen miedo a los perros, publicada por Hexágono Editoras. 

En esta entrevista, exploramos su recorrido creativo, su relación con la literatura y el cine, así como los desafíos de narrar en distintos formatos.   

Me gustaría preguntarte sobre tus comienzos. ¿Cómo surgió tu relación con el cine, la lectura y la escritura?

Creo que puedo ubicar mi primera relación con este mundo en los VHS y las películas que veía de chica en loop, una y otra vez. Con la lectura mi historia es similar a la de muchas personas: comenzó con las lecturas en voz alta de mis padres y, poco después, con mis propias lecturas infantiles. Fue una actividad que me acompañó a lo largo de toda mi vida.  En cuanto a la escritura, creo que nos encontramos en la preadolescencia, cuando empecé a escribir mis primeras historias. Pero la decisión de dedicarme profesionalmente al cine —una elección en la que siempre sentí que la lectura y la escritura también estaban involucradas— surgió en la adolescencia. Un verano, junto con mi hermana y mis primos, adaptamos una novela que había leído para el colegio, Los vecinos mueren en las novelas, de Sergio Aguirre. Usé la cámara que había en casa y dirigí mi primer corto, totalmente improvisado. Fue una experiencia divertidísima y, a partir de ahí, se despertó en mí la curiosidad por la profesión.  

¿Cómo surgió tu proyecto en redes sociales, Bibliotácora? En un contexto donde la divulgación cultural ha crecido en plataformas como YouTube, TikTok e Instagram, ¿cómo percibís este fenómeno y qué oportunidades y desafíos encontrás en el uso de redes para difundir literatura y cine? Desde tu experiencia, ¿cuál es tu principal objetivo al compartir contenido en estos espacios?

Bibliotácora nació, en un principio, para llevar un registro de lo que leía y, al mismo tiempo, aprovechar el espacio de las redes para compartir un pequeño comentario sobre cada lectura. Con el tiempo, empecé a compartir contenido sobre cine porque sentía que podía ser mi contribución dentro del ecosistema de redes sociales y libros, aportando una perspectiva diferente. Las redes sociales empezaron a funcionar como una forma de prensa no tradicional y las cuentas que veníamos trabajando en esto desde hace tiempo ganaron más alcance y relevancia. Hoy en día hay una enorme oferta de libros y películas, lo que puede resultar abrumador a la hora de elegir qué leer o ver. Con el tiempo, los objetivos del proyecto fueron mutando. Ya no se trata solo de registrar mis lecturas o películas, sino de aportar una mirada propia y difundir autores, libros y cine desde una perspectiva más personal. Creo que el gran desafío de este fenómeno es construir miradas distintas. Las redes sociales ofrecen la oportunidad de hablar sobre literatura y cine de una manera diferente, por fuera de lo académico o la crítica tradicional. Pero el reto está en no caer en la exigencia que imponen las propias plataformas, esa necesidad de publicar constantemente solo para generar más contenido. Creo que a cualquier lector le ha pasado terminar un libro que le encantó y querer que todo el mundo lo lea. Ese debería ser el motor de cualquier cuenta dedicada a esto: compartir desde el entusiasmo real. Y, sobre todo, encontrar un formato en el que la personalidad de quien recomienda se vea reflejada.

El año pasado publicaste tu primera novela, Los fantasmas les tienen miedo a los perros. ¿Cómo surgió la historia y cómo fue el proceso creativo hasta llegar a su versión final? El título, que aparece en un momento del relato, ¿por qué lo elegiste y qué significado tiene para vos? 

Mis primeros pasos en la escritura comenzaron en la preadolescencia y más tarde ese impulso se pausó un poco cuando empecé a estudiar cine, ya que toda mi vocación por la escritura se volcó hacia el guion. El guion siempre fue una de las ramas del cine que más me fascinó porque, si lo pienso en términos culinarios, es el momento en el que se diseña la receta, se eligen los ingredientes y se establece el paso a paso. Los fantasmas les tienen miedo a los perros surge de un guion que tenía completamente encajonado y, tras la pandemia, decidí que no quería dejarlo guardado por más tiempo, así que me propuse transformarlo en novela. Aunque, en realidad, su verdadera raíz se remonta mucho antes. La historia nació a partir de un relato que me contó una mujer que trabajaba como portera en el edificio donde vivía cuando yo era chica. Su historia me impactó tanto que me quedó resonando durante años. Finalmente, la novela tomó forma y terminó de encontrar su rumbo gracias al seguimiento de obra que hice con Jorge Consiglio, un escritor al que admiro mucho y que me dio una visión fundamental sobre ese primer manuscrito. El título de la novela surge de uno de sus capítulos, quizás el más luminoso de toda la historia. Me interesaba generar ese contraste: que el episodio más radiante conviviera con la oscuridad que cada palabra del título evoca, en sintonía con la portada del libro. En esencia, la novela juega con esa ambigüedad. Sus protagonistas son niñas adolescentes, hay en ellas una cierta inocencia, pero también una proximidad inquietante con episodios oscuros y terribles. Sin embargo, creo que en el vínculo entre ellas dos se abre un espacio donde lo terrible y lo oscuro pueden dar lugar, de algún modo, a lo luminoso.

¿Cómo fue tu vínculo con la editorial Hexágono? ¿Cómo viviste el proceso de llevar tu obra al público? Dado que ya contabas con una comunidad consolidada en las redes, ¿cómo influyó ese respaldo en la recepción de tu novela?

El proceso con la editorial Hexágono fue muy enriquecedor tanto a nivel editorial como personal. Euge y Sofi son dos editoras geniales que hacen una curaduría cuidadosa y una apuesta clara por nuevas voces y, sin dudas, fue el contexto ideal para publicar mi primera novela. El vínculo con la editorial empezó como una relación de prensa, siempre muy basado en la admiración mutua por el trabajo de la editorial, en mi caso, y del contenido de mi cuenta, en el caso de ellas. Gracias a @bibliotacora pude generar una relación distinta con los lectores, tener una vía de comunicación directa. Esto no solo impacta en la promoción del libro, sino también en la manera en que los lectores se acercan a la obra y a su autora.

En varias reseñas sobre tu novela, les lectores destacan el carácter visual y sensorial de tu escritura, algo que también percibí al leerla. ¿De qué manera creés que tu formación audiovisual influye en tu estilo narrativo? ¿Es un efecto que buscaste intencionalmente o surgió de forma espontánea?

El carácter visual y sensorial que notaste en la lectura, y que muchos mencionan, no fue algo que busqué intencionalmente, sino más bien una herencia natural del origen de este libro. De alguna manera, el tono propio del guion se filtró en la escritura de la novela, aunque sin ser algo deliberado. Lo que sí quise fue respetar el núcleo fundamental de esa historia y, casi sin planearlo, el estilo y el tono del guion terminaron impregnando la novela.

Desarrollás tu creatividad en distintos ámbitos artísticos. ¿Cómo articulás esas diversas expresiones? ¿De qué manera cambia tu enfoque creativo según el medio en el que estás trabajando?

Esto tiene que ver con lo que te decía antes. Creo que, en el fondo, lo que más me mueve es contar una historia, la narrativa en sí. El formato en el que lo hago puede variar: puede ser un libro, un guion o una película. Si bien el enfoque creativo no cambia demasiado, sí lo hace en cuanto al lenguaje y las herramientas que se utilizan. Cuando se trabaja con el cine, se emplea un conjunto de recursos específicos; lo mismo ocurre con la literatura. Tener práctica en ambos lenguajes me permite ampliar la mirada. Si tuviera que hacer una analogía, diría que es como hablar distintos idiomas: cuando uno aprende otra lengua, desarrolla más plasticidad y otras formas de expresión. Algo similar sucede al alternar entre cine y literatura: se activan diferentes partes del proceso creativo y eso lo hace más dinámico.

En tus redes también hablás sobre las adaptaciones de la literatura al mundo audiovisual. ¿Qué aspectos creés que se deben preservar o transformar al trasladar una obra literaria a otro lenguaje? ¿Hay alguna adaptación que te haya impactado especialmente?

Creo que cualquier adaptación entre la literatura y el cine debe alejarse de la idea de fidelidad absoluta al argumento, como si ese fuera el único propósito de la obra, y debe enfocarse en el tono. Esa, para mí, es la mayor dificultad en la transposición de un lenguaje a otro. Como cada medio tiene sus propias herramientas, es fundamental encontrar estrategias que permitan trasladar el tono. Personalmente, valoro mucho más aquellas adaptaciones que se atreven a cambiar, a proponer algo nuevo y a aportar una mirada distinta sobre la obra original. Una adaptación que me parece excelente es Expiación, de Joe Wright, basada en la novela de Ian McEwan. Lo que destaco especialmente es el trabajo en el diseño sonoro de la película, que logra anticipar ciertos gestos o giros de la novela de una manera muy inteligente.

Si tuvieras que recomendar un libro y una película que hayan sido fundamentales para vos, ¿cuáles serían?

Una película fundamental para mí fue En otro país, de Hong Sang-soo. La vi durante mi primer año en la carrera de cine, en una edición del BAFICI. Fue la primera película de cine independiente que disfruté y me mostró que había otras formas de narrar y hacer cine, alejadas de lo que uno espera cuando viene con el chip de Hollywood y las grandes producciones con presupuestos enormes. Esta era una película pequeña, con pocos actores, en una sola locación, pero aun así, me pareció fascinante. Recuerdo salir de la sala completamente maravillada con ese mundo de posibilidades que acababa de descubrir. En cuanto a libros, El diario de Adán y Eva de Mark Twain fue el primer libro de un autor de otro siglo que me hizo reír. Es un libro que sigo recomendando mucho, y aunque tiene cuestiones propias de la época en la que fue escrito, sigue siendo brillante, como todo lo que escribió Twain.

Actualmente, ¿estás trabajando en algún proyecto? Si es así, ¿podrías adelantarnos algo?

Estoy trabajando en un proyecto que involucra tanto un largometraje como una novela en paralelo, pero ambos están interconectados. La novela surge de la misma historia que estoy contando en la película y se adentra en el rodaje de Nobleza gaucha, la primera película argentina registrada. Es un proyecto que me permite explorar un tema fascinante: la escasa información disponible sobre el equipo técnico completo de esa película y sobre algunos segmentos perdidos del film. Esta falta de detalles deja muchas puertas abiertas para la ficción, lo que me da la libertad de construir una narrativa alrededor de lo que pudo haber sucedido en ese momento histórico del cine argentino.

¿Qué libros tenés en la mesita de luz? Como lectora activa que sos, ¿cuáles son tus hábitos de lectura?

En este momento estoy leyendo La señora Potter no es exactamente Santa Claus, de Laura Fernández, una autora española, y Aliens y anorexia, de Chris Kraus. Mis hábitos de lectura son nulos. Honestamente, leo cuando puedo, preferentemente en medios de transporte, y disfruto mucho más leer durante las vacaciones, especialmente en la playa. En el día a día trato de ser muy selectiva, porque la cantidad de libros disponibles es infinita y a veces resulta desesperante pensar que la vida no va a alcanzar para leer todo lo que quisiera. Además, muchas de mis lecturas están relacionadas con mi trabajo, como las lecturas para las clases que doy o los textos de la maestría de escritura creativa que estoy cursando. Estas lecturas son muchas y bastante intensas, por lo que mi espacio para leer por ocio se limita principalmente al subte o al colectivo.

Karen Medina es licenciada y profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Le gusta involucrarse en muchos proyectos aunque no tenga tiempo. Se desempeña como docente en el nivel secundario y dicta talleres en diferentes espacios. Es colaboradora de la revista Por el Camino de Puan y trabaja de manera freelance como fotógrafa y en gestión de redes sociales. No puede concentrarse si no escucha música a todo volumen.