30 de enero de 2024

30 de enero de 2024

“Hay una representación que se repite, un cliché entre los libreros y los distribuidores de libros que es que ‘la poesía no vende’” dice Sebastián Goyeneche, uno de los dos fundadores de la editorial Nulú Bonsai, “Lo mismo pasa con la carrera de Letras, que no tiene salida laboral”.

Sin embargo, ¿es verdaderamente así?

Para esta nota fuimos a hablar con algunas editoriales independientes construidas a partir del paso de sus fundadores por las carreras de Letras o de Artes de la Escritura que echan por tierra estos chichés.

Salta el Pez es una editorial fundada por Alan Talevi, Rosario Salinas y Marina Baudracco, estudiantes de Artes de la Escritura de la UNA. El proyecto surgió en una clase a cargo de Eric Schierloh, editor de Barba de Abejas, quien les contagió el entusiasmo por todos los aspectos del oficio, entre ellas la materialidad: “Nos interesa el libro como objeto, y cuidamos mucho la dimensión estética de nuestros libros, incluidos los papeles con los que imprimimos” nos cuentan desde Salta el Pez.

El catálogo de la editorial reúne autores consagrados y nóveles, siendo que aproximadamente la mitad del catálogo son el primer libro de sus autores.

Por otro lado tenemos a Nulú Bonsai, de más longevidad, que nace alrededor de 2005 cuando Grau Hertt y Sebastián Goyeneche se conocen en un foro de escritores, Poesía Urbana. A partir de entonces, comienza esta editorial de poesía con el objetivo de trabajar con autores jóvenes pero también activos. Así es que parte de su línea editorial consiste en seleccionar autores que lleven su poesía fuera del papel, a los escenarios, actividades y eventos. De la misma forma, los textos que han priorizado desde que empezaron son rupturistas y revolucionarios.

Cabe aclarar que los criterios de publicación de una editorial no siempre se mantienen iguales y pueden mutar según variables externas y económicas, de las que las editoriales no están libres.

Birna, a cargo de Pablo Redivo, actualmente trabaja con narrativa pero inició con literatura infantil. Cuando le preguntamos por ese cambio, Pablo nos explicó: “Los libros infantiles son más fáciles de llevar a distribución y de hacer que las librerías los muestren, pero son caros y difíciles de hacer. La narrativa ofrece costos mucho más bajos pero es muy, muy difícil hacer que los libreros los pongan en las repisas. Así que nuestro criterio de publicación es de aprendizaje”.

Birna nació, de algún modo, en las entrañas de Puan. Después de participar de Edefyl, un proyecto independiente entre estudiantes sin fines de lucro, Pablo decidió crear otro proyecto porque “había muchas cosas que no podíamos hacer, como por ejemplo saber cómo funciona la distribución en librerías comerciales”.

El factor económico es, naturalmente, esencial tanto para las propias editoriales como para sus escritores. Así es que Nulú Bonsai y Salta el Pez nos aclararon que ellos no le cobran a sus autores y financian todos los gastos de edición.

Emprender el trabajo editorial sin duda no es tarea fácil y requiere tanto de conocimiento específico del área como de los recursos necesarios para sostener el proyecto. Desde afuera y para la misma población estudiantil de estas carreras a veces puede parecer imposible, pero las editoriales con las que hablamos nos tranquilizan.

Juliana Corbelli, graduada de Letras, está al frente de la casa editora Página Blanca y resalta que esta fue el resultado de un proceso que nació desde un vértice educativo y gráfico: comenzó como un taller de escritura en el medio Tiempo Argentino allá en 2017, bajo el mismo nombre.

La editorial cuenta hoy con un catálogo variado: cuentos, novelas, entrevistas, y dentro de poco, poesía. De hecho, este año lanzaron un libro de la docente de Literatura Argentina de la UBA, Sandra Gasparini. Para Juliana, el paso por la carrera fue clave porque posibilitó el encuentro con escritores, la generación de equipos de trabajo y el desarrollo de proyectos.

Salta el Pez también destaca, a su vez, el rol de la carrera como un lugar de encuentro: “La primera gran herramienta que aporta la carrera es estar inmersos en un ecosistema de escritores, editores, traductores…eso genera un espacio propiciatorio muy importante”. Y, por supuesto, la importancia de la formación lectora a la hora de editar literatura: “Uno gana una dimensión aproximada de lo que ya se hizo, lo que se está haciendo, y posibles lugares (políticos, formales) de exploración futura dentro de la lengua”.

Del mismo modo, estas editoriales nos comparten una lista de sugerencias de recorridos para quienes se interesen en seguir el camino de la edición.

Birna destaca las materias de Marketing y Administración, Derecho de autor y Edición Editorial de la carrera de Edición de la UBA. Sebastián Goyeneche recuerda cuánto le ayudaron las materias de lingüística para pensar la edición de un texto de traducción. Salta el Pez nos menciona clases de encuadernación y la Especialización en Políticas Editoriales y Proyecto Cultural (FILO/UBA). Y Juliana Corbelli entiende su rol de editora como el resultado de su trabajo a lo largo de los años como correctora, periodista cultural y docente universitaria.

Así, nos encontramos ante una multiplicidad de caminos, de distintas posibilidades que desembocan en la construcción de editoriales propias y que permiten hacer lo que más nos gusta: trabajar con libros.

Agustina Cangiano está terminando Letras (UBA). Entre la literatura y la lingüística, es profesora de español como lengua extranjera y tiene como eterno pendiente retomar francés. Vivió toda su vida en Buenos Aires, pero se orienta por los negocios y no piensa aprenderse las calles. Le gusta la mitología griega, los ñoquis con salsa y haber nacido en el 99. A sus 15 años le publicaron un cuento y desde entonces vive en la clandestinidad.