31 de julio de 2025

31 de julio de 2025

La lectura es una instancia fundamental en el ejercicio de la escritura. La famosa figura de “leer levantando la cabeza” de Roland Barthes es una metáfora que condensa en unas pocas palabras la complejidad del vínculo entre ambas actividades. Escribir sin haber leído, escribir sin leer, puede aislarnos en un terreno sin contexto y sin sustento. Destaco el espacio de la revista como formato que prioriza y habilita el encuentro y el diálogo de voces, de escrituras y de lecturas. 

Salimos a buscar testimonio de escritoras, en este caso, que brindan talleres de lectura, con la pregunta principal de qué las llevó a decidir brindar talleres de lectura y no, o no solo, de escritura, siendo escritoras. Márgara Averbach nos contó “cuando se hacen talleres de lectura, la selección de los textos es mía, y son textos que me gustan por lo menos en algún grado. No es lo mismo cuando se da taller de escritura”. A la vez, compartió que no le gusta la idea de corregir textos que le parecen malos, ya que “no sabría decirle a nadie de una forma positiva que lo que veo en su texto no me parece nada bien”. Agustina Bazterrica, por su parte, afirmó “aprender a leer de manera activa es crucial, amplía el espectro, te volvés más exigente con lo que elegís para leer y con tus propios textos si sos escritor”. 

También le consultamos a Marisol Alonso, quien se refirió a las diversas búsquedas que se pueden llevar a cabo en los espacios de los talleres de lectura y escritura. Ella evaluó que “son dos búsquedas diferentes. Las personas que participan de talleres de lectura, buscan conocer más sobre un autor, ampliar su conocimiento en general y tener pares con quienes compartir esas lecturas. En cambio, las personas que participan de un taller de escritura, quieren expresar algo personal, buscar una voz propia y aprender técnicas y herramientas del oficio para poder desplegar las historias que quieren contar”. 

La lectura atenta, activa, generosa con el texto propio y ajeno, germina siempre, de una manera u otra, en una escritura más enriquecida. Como definió Agustina Bazterrica, “uno también es lo que lee, por lo tanto, mi escritura es enriquecida por las lecturas que hicimos en los talleres”, uno es lo que lee y lo que puede escribir gracias a lo que leyó. Las reflexiones sobre la lectura abonan las páginas de nuestra revista desde su primer número. En el primer volumen publicado de Por el camino de Puan, Liliana Heker compartió su visión de que “[U]n escritor aprende su oficio: enamorándose de la literatura a través de la lectura, (…) descubriendo lo resistente y, a la vez, lo maleable que es el material con que cuenta; animándose a adueñarse de ese material y a darle forma”. Lectura y escritura dialogan, se configuran mutuamente. Para escribir, la lectura puede ser abono, inspiración, panorama, abanico de recursos.

Para el cuarto volumen de Por el camino de Puan continuábamos explorando la íntima vinculación entre estas prácticas, y nos preguntamos sobre la primera publicación de les escritores. Esa instancia de ser leído o leída por lectores anónimos también hace ingresar nuestra escritura a un circuito en el que puede abonar la caja de herramientas de otros escritores o escritoras. Los talleres de lectura muchas veces funcionan como un espacio para que escritores puedan explorar en profundidad los recursos y las estrategias de escritura de diversos autores, puedan desmenuzar textos, puedan ejercer una lectura activa, productiva, creativa. Martín Kohan cuenta1 que “Empecé a captar las máquinas de lectura y eso influyó decididamente en mi formación como escritor”. El escritor y docente argumenta que la carrera de Letras forma escritores, ya que asegura que “la formación más genuina es la del lector, es la lectura recurrente y sistematizada lo que nutre la práctica de escritura”. No caben dudas de que la carrera de Letras nos nutre con muchas, muchas lecturas, tantas que muchas veces llegamos a leer solo una parte, la obligatoria, para llegar a parciales, monografías, etc. Aunque en la carrera se explicitan debates o cuestionamientos sobre la cuestión del canon, muchas veces terminamos leyendo exclusivamente textos canónicos. El espacio de los talleres de lectura puede funcionar como una línea de fuga en el que las lecturas no estén tan jerarquizadas o, por lo menos, permitan construir un corpus distinto, con otros criterios, con otro uso de los tiempos para la lectura. La mirada de escritores que brindan estos talleres le puede aportar diferentes singularidades. Ante esta hipótesis, Agustina Bazterrica opina: “Creo que una singularidad es que transmitimos la pasión por la lectura. En mi caso amo leer y la escritura surge como consecuencia de ese amor”.

En momentos de búsqueda de nuevos relatos y formulaciones singulares, puede servir tener presente que la originalidad de la escritura siempre residirá en la mixtura y la incorporación de textos, de voces ya enunciadas y de discursos que se están construyendo en diálogo con el nuestro.

Agradecemos el generoso testimonio de las autoras citadas. 

Crédito de la imagen: La lectura de Federico Zandomeneghi en Wahooart

Nacida y criada en Ciudad de Buenos Aires. En la secundaria pudo conocer Estonia gracias a su participación en la Olimpíada de Filosofía, pero nunca quiso estudiar esa carrera, y está cerquita de terminar la carrera de Letras en la UBA. Tuvo un breve paso por el Traductorado literario de inglés en el Lenguas Vivas que tiene pendiente retomar. Es colaboradora en la revista Por el Camino de Puan.